sábado, febrero 05, 2005

ÓSCAR AIBAR, extraño en este planeta


Klaatu Barada Nikto.



Constantino ha sido quizá el mejor contador de historias
que he conocido nunca. Sus introducciones despertaban el interés
de un muerto, sabía mantener el suspense, y sus descripciones
nunca se hacían largas o pesadas. Eran rápidas y precisas,
lo suficiente para crear el efecto deseado en cada momento
”.

La Química Del Desastre
(Óscar Aibar)



Para el que esto suscribe Platillos Volantes fue, a no dudarlo, la mejor película española de 2003 y uno de los frutos más estimulantes que ha deparado nuestra maltrecha cinematografía en los últimos tiempos.
Algo en este film secreto conecta su tono sardónico (idéntico a esa mirada inclemente, aunque finalmente comprensiva, con la que la pareja Berlanga-Azcona examinan a sus criaturas en títulos como ¡Vivan Los Novios!) con el certero retrato generacional de un tiempo en blanco y negro. Una punzante radiografía en la que nos reconocemos todos aquellos que padecimos aquella época autista.

Y es que nadie debe llamarse a engaño. Su autor ha aclarado que este segundo intento tras la fallida Atolladero no nació para especular sobre la posibilidad de vida extraterrestre, sino para cuestionar si hay vida inteligente en la Tierra.

Óscar Aibar, barcelonés de la cosecha del ’67, consigue aunar la miniatura íntima con la trascendencia del fresco social. Y el valor de su logro es sólo comparable a la indiferencia con la que este proyecto tan querido y personal fue recibido entre el público mayoritario; por lo demás inapetente ante todo aquello que exija activar los circuitos neuronales.

La pasión por contar y su reconocible estilo afloran en el resto de la producción de este genuino hombre orquesta que entre 1986 y 1994 se lanzó al ruedo narrativo como galardonado guionista de cómics (“Guiones excelentes, elipsis perfecta”, Bernardo Atxaga dixit). Algunas de sus creaciones son Nacido Salvaje (1988) y ADN (1989), junto a Fernando de Felipe; John Pájaro (1989) de Brocal; Atolladero, Texas (1990) de Miguel Ángel Martín o Los Resucitados (1992) de Víctor Barba.

Tras un par de experiencias como guionista y realizador en el campo del cortometraje -Chihuahua (1993), protagonizado por el campeón mundial de boxeo Perico Fernández, Jorge Sanz y Félix Rotaeta y Lo Que Vio El Jardinero (1993)- y firmar diversos videoclips para Loquillo y los Trogloditas, en 1995 debuta en el largometraje justamente con la accidentada adaptación a la pantalla de Atolladero, una película incomprendida y de carrera comercial funesta que sin embargo se alzará con varios premios nacionales e internacionales.

Diversos episodios para la serie de TVE Ni Contigo Ni Sin Ti, colaboraciones como guionista y realizador de programas para Canal + y TV3 y un primer volumen de relatos titulado Tu Mente Extiende Cheques Que Tu Cuerpo No Puede Pagar (Debate, 2002) completan un heterogéneo currículum que ahora tiene continuidad en una primera novela, Los Comedores De Tiza (Caballo De Troya, 2004), una pieza que opera como suma y compendio de un universo propio e intransferible. De un creador que siente predilección por sabotear nuestro entorno, urdiendo una realidad alternativa a partir de premisas sospechosamente plausibles.



DEL OFICIO Y DEL PLACER




· Antes de adentrarte en la literatura, te fogueaste como guionista de cómics, cine y televisión y tu estilo sigue siendo sintético, elíptico, muy visual. ¿Es una opción consciente o pura deformación profesional?


No lo sé, supongo que tiene algo de deformación profesional. Los cómics te obligan a ir al grano y a contar mucho en poco espacio. Es posible que empezar dedicándome a los cómics sea algo que me condicionará por el resto de mi vida. Podría ser peor, podría haber empezado haciendo fotonovelas románticas.

· ¿Qué tiene el tebeo de específico, de intransferible como formato narrativo?

Todo. Aunque quizás destacaría algo que siempre he pensado. Los tebeos desarrollan en el lector una pasión coleccionista, es decir, que tiene la posibilidad de leer las imágenes y los textos y luego volver atrás, pasando las páginas, para recordar rápidamente lo que ya ha visto. Esta posibilidad, la del coleccionista de imágenes, es exclusiva de los cómics y no existe en ningún otro medio. En literatura es difícil buscar algún párrafo que haya quedado atrás.

· ¿Cómo resulta lo de parir historias sobre el papel, sin poder recurrir al impacto visual de una viñeta o de una imagen en movimiento?


Cuando publiqué el primer libro tenía una sola obsesión: que no hubiese ni una sola ilustración, ni un dibujito, ni un icono. La palabra impresa sin más tiene también un encanto irresistible, es una puerta abierta a la más pura imaginación. El lector tiene que ponerlo todo.

· Colaboraste en las páginas de Makoki y El Víbora, que en tiempos fueron dos cabeceras míticas del undergroud patrio. ¿Cómo era la vida en la redacción de entonces?, ¿recuerdas esa época con nostalgia?

Sí, aunque básicamente publicaba en las revistas de Toutain, también lo hice en estas. Los días de cobro de El Víbora eran algo sobre lo que se deberían escribir varias novelas. La mayoría de mis compañeros de aquella época están muertos o en algún centro de desintoxicación. Era emocionante pero había que andarse con cuidado. La gente se metía de todo a lo bestia y hacía historietas en que convertían, por ejemplo, el caballo en algo divertido y mágico.
Los más jóvenes sentíamos verdadera devoción por los viejos héroes del underground como Mediavilla, Pons o Galiano. Muchos de mis compañeros de generación se dedicaron a hacerles de negros o de camellos. A cambio, sus ídolos les permitían estar a su lado y contagiarse de su maravilloso carisma y magnetismo. A la larga el trato resultó bastante descompensado.

· En un contexto diametralmente opuesto a la llamada “línea chunga” despuntaba la “línea clara” y la pujante Barcelona del diseño, que tenía su embajada en la revista Cairo y su proselitismo de la escuela franco-belga. ¿Cómo conseguiste conjugar bandos tan opuestos sin que ninguno de ellos te acusara de traición?

En Cairo, el director era un tipo absolutamente encantador, Joan Navarro. Gracias a él gran parte de nosotros tuvimos nuestras primeras oportunidades y, la verdad, era un lujo trabajar para él. Yo era guionista y no me vi obligado a decantarme claramente por ninguna de las dos tendencias, por eso tuve la suerte de colaborar en publicaciones muy distintas. Intentaba construir historias que tuvieran sentido y que se adaptaran al estilo de cada dibujante. Si uno dibujaba bien los coches, pues yo le hacía historias de coches. Ese era el secreto.
Tengo que decirte también que mis primeros intentos como dibujante lo fueron dándome a la “línea clara”, pero los resultados eran tan malos que apenas se diferenciaban de los otros estilos.

· Y luego, en una especie de dimensión aparte, florecía todo un ramillete de publicaciones de género en las que, por afinidad, imagino que debías encontrarte muy cómodo: Cimoc, Comix Internacional, Creepy, Tótem, Zona 84

¡Ah! (suspiro), los viejos tiempos de Toutain... Era un ambiente más sano que el de El Víbora pero no por ello menos apasionante. Con Toutain, que era un personaje genial y un gran romántico de los cómics, publiqué mis primeras obras “de autor”. Nos lo tomábamos muy en serio y era alucinante para nosotros poder ganarnos la vida con lo que más nos gustaba.

· En la presentación de la exposición antológica sobre la editorial Bruguera que se inauguró en Barcelona en enero, Ibáñez confesaba que en cierta época las condiciones de producción resultaban tan endiabladas que se contrató a un equipo adicional en labores de guión, dibujo, entintado… Al parecer Óscar Aibar fue uno de esos “negros” en la sombra…

Dios mío, sí. Creí que sólo lo sabía mi madre. Escribí algunas historietas de Mortadelo y Filemón. Mi especialidad eran las que protagonizaba el Profesor Bacterio. El resultado era muy malo e incomparable a los originales, pero es bonito poder decir que lo hice. Por cierto, no conservo ninguno de aquellos trabajos y daría lo que fuese por tenerlos.

· En 1994 decides abandonar la historieta. Desde entonces en este país se ha vivido de los réditos del boom que el tebeo protagonizó entre finales de los ’70 y toda la década de los años ’80, pero de eso ya no queda casi nada. ¿Cuál es tu visión sobre el panorama actual?

No dejé la historieta, ella nos dejó a nosotros. Yo fui una de las primeras ratas en abandonar el barco, pero hubo una gran cantidad de artistas con un talento inmenso que no supieron adaptarse a otros medios. Luego no he encontrado gente con ese nivel de talento en formatos supuestamente más glamurosos.
Recuerdo un salón del cómic de aquella época en que unos agentes japoneses intentaban reciclar a artistas españoles al estilo manga. Una bella ejecutiva nipona me llevó a una sala de reuniones, que habían habilitado detrás del bar, para proponerme que escribiera una historieta de 150 páginas sobre una tripulante ligera de ropa que estrellaba su nave en un planeta de dinosaurios. Yo le respondí que hasta el momento había elegido mis historias y le propuse alguna, pero no nos entendimos. Los japoneses no escuchan. Es la venganza de Hiroshima o algo así, supongo.

· En algunas de sus películas Kevin Smith ha ofrecido retratos bastante sangrantes del fanatismo que envuelve al mundo del cómic. ¿Compartes esa visión un tanto (auto)crítica?

Sí, creo que uno de los motivos por los que lo dejé era porque sólo me pedían autógrafos tipos gorditos con gafas que vivían con su madre. Me pasé al cine esperando sustituirlos por bellas señoritas, pero sigue pasando lo mismo. Es mi estigma.



ATOLLADERO, MIRANDO ATRÁS CON IRA



· Pese a cierta tradición en cuanto al género fantástico, el contar con una ciencia-ficción facturada en España ha sido un sueño irrealizable. Con ese atípico spaghetti western futurista que es Atolladero, ¿te sientes pionero de algo que sigue sin tener continuidad?


A nivel técnico era una auténtica aventura hacer aquellas cosas aquí y entonces. No había ninguna tradición en 3D, látex o planificación de efectos. En cuanto a los contenidos no sabría qué decirte. Los que han seguido esa estela han apostado por modelos narrativos más hollywodienses y blandos, que tampoco han acabado de encajar. Por lo menos aquello era canalla y arriesgado. Teníamos la sensación de hacer algo rompedor y diferente, lo cuál tampoco era muy cierto. Esa energía suplía con creces las deficiencias presupuestarias y convertía el hecho de hacer cine en una gran aventura, algo que creo debe buscar todo aquel que empieza en este medio. Ahora hablo con los nuevos directores y los encuentro demasiado sensatos. El miedo al fracaso no les deja moverse más allá del cine social y la denuncia, y eso de aventura tiene poco.

· ¿Contar con Iggy Pop como “estrella invitada” en tu debut fue una manera de satisfacer tu mitomanía? En cualquier caso, ¿cómo resultó la experiencia?

El otro día veía el documental Lost In La Mancha, sobre el rodaje accidentado de la versión del Quijote de Terry Gilliam. Pues bien, al lado del rodaje de Atolladero es un chiste de mariquitas. A nosotros los actores no se nos ponían enfermos, directamente se morían. A nosotros no nos llovía una semana en el desierto, nos llovía cuatro seguidas, etc…
A pesar de todo aquel sin fin de problemas, Iggy Pop nunca supuso uno más. Todo lo contrario, arengaba al equipo a seguir con el rodaje y colaboraba como un niño el día de la Cruz Roja. Y encima nos regaló tres canciones que Virgin nunca dejó publicar más allá de la película.
Atolladero fue masacrada en su estreno por los mismos que hoy le ponen cuatro estrellas cada vez que se pasa en televisión. Yo la volví a ver hace poco y, sí, le quitaría por los menos 20 minutos del principio, pero me sigue pareciendo un western de ciencia-ficción triste y melancólico y sobretodo muy original respecto a lo que era y es el cine español. Amor de padre, supongo.

·
¿Por qué Platillos Volantes puede encontrarse ya en DVD y Atolladero sigue resistiéndose, reafirmando su condición de film mal distribuido, errático y poco accesible?


A Atolladero le persigue una maldición faraónica. Una extraña sombra la cubre desde que nació. Se puede encontrar en vídeo en USA, Inglaterra o Australia con facilidad. Allí la pasan mucho en la televisión por cable, sin embargo aquí es imposible. Espero que esto se solucione algún día. Con la banda sonora -con dos temas increíbles cantados por Iggy Pop- pasa lo mismo.

· Siempre queda el consuelo de acabar nutriendo esa especie de cajón de sastre en el que ha acabado convirtiéndose la etiqueta “film de culto”. ¿Crees que, a fuerza de manosearla, ha acabado devaluándose y pervirtiéndose su sentido?

Creo que pasa lo contrario. Gana en interés con el tiempo por lo extraterrestre que es. Al estrenar Atolladero alguien me dijo “no es cine español, parece australiana”. Acertó, en Australia gusta mucho.



PLANETA ESPAÑA, 1972



· Tengo entendido que el insólito suceso real que acabó dando forma a Platillos Volantes ha formado parte de tu vida desde siempre…


Cuando era niño la fiebre de los platillos volantes era absolutamente delirante. Junto a mi hermano archivaba metódicamente todo lo relacionado con los casos OVNI en una carpetita con un adhesivo DIMO en la portada que decía «TOP SECRET». La ocultábamos en un lugar secreto temiendo por los Hombres de Negro. Recuerdo que todo aquello era muy excitante. Uno de los casos que archivamos era el de dos obreros que se habían suicidado apenas a 30 kilómetros de mi casa dejando una nota que decía: “los extraterrestres nos llaman, pertenecemos al infinito”. Siempre he llevado esta historia en mi corazón. Por eso hicimos la película.

·
Lo que me resulta más estimulante es que, en realidad, no se trata de una película sobre el fenómeno OVNI. Rascando sobre esa fachada, solapada, aparece una radiografía de mayor calado sobre las miserias del tardofranquismo en los ‘70…


Nunca quisimos hacer una peli de ciencia-ficción. Es una historia sobre la necesidad de ficcionar del ser humano. La ufología era una vía de escape mágica e imaginativa de una España gris y deprimente. Platillos Volantes habla de eso.

· ¿Cómo se consigue no caer en la complacencia y en la nostalgia de una época por lo demás indefendible?

No recreándote en los pantalones de campana y las patillas. Es decir, no mirando los ‘70 desde ahora sino desde entonces. Cuando era niño las patillas y los pantalones de campana no me hacían gracia porque no había otra cosa.

· ¿La película es un ajuste de cuentas con el pasado o se prolonga hasta nuestro presente más de lo que desearíamos?

Bueno, sí, hay paralelismos entre aquella España y la de ahora. Sin embargo la gente se evade ahora con cosas más tristes que la propia realidad, como por ejemplo la telebasura.

· En la película dibujas con sorna ese submundo de la ufología y del presunto estudio de los fenómenos paranormales. ¿Crees que fue un primer embrión de lo freak? ¿A dónde ha ido a parar todo ese culto que levantaba pasiones?


Efectivamente, creo que los protagonistas de Platillos Volantes son los primeros grandes frikis de nuestra historia. Pero no entendiendo la palabra friki como definición de feo o monstruoso, sino, más fiel al inglés, de inadaptado. Siento un gran respeto por los inadaptados, quizás porque yo mismo siempre me he sentido uno.

·
¿Qué había de fraude y superchería en ese mundo y cuánto de realidad y rigor científico?


La parapsicología, ufología… etc., siempre han utilizado terminología científica aunque sean disciplinas más cercanas a la charlatanería que otra cosa. Los aficionados a estos temas siempre se han (nos hemos) sentido grandes científicos con apenas media docena de estos libros en sus estanterías. Los protagonistas de Platillos Volantes se sentían así realmente y dieron la vida por tomarse al pie de la letra a grandes engañaviejas como el personaje que Leo Bassi encarna en la peli.

·
Tuviste un cómplice en la persona de Jorge Guerricaechevarría, un tipo un tanto a la sombra de Álex de la Iglesia pero que está demostrando talento para introducir de forma subrepticia el comentario social entre las costuras de la comedia vitriólica. Lo que antes llamaban “instruir deleitando”, vaya…


Supongo que uno de los puntos en común con Jorge es nuestro amor por el entretenimiento, pero no visto como algo vacío. Estoy de acuerdo en que es una característica común en sus trabajos.

· Sin duda dos de los aspectos más estimables del film son su fotografía decolorada, de tonos grisáceos, en perfecta sintonía con el tono triste y amargo de la historia, y su espléndido diseño de producción.

Intentamos cuidar al máximo todos los detalles. Los protagonistas viven en un mundo frío, casi metálico. Sin embargo cada vez que hablan de ovnis todo a su alrededor es de colores vivos y estimulantes. El operador Mario Montero lo captó a la primera y reforzamos mucho estos matices en muchas escenas.

· Atolladero y Platillos Volantes son proyectos muy personales pero con resultados desiguales. Pese a todo, ¿estás satisfecho con los resultados?, ¿se aproximan a lo que tenías en mente?

Atolladero es una película que no pude dirigir, me limité a intentar salvarla en cada plano. Aún así creo que es algo más que una película. Platillos Volantes es una obra más redonda en la que pude trabajar a mis anchas. Creo que esto se nota. De todas formas son mis hijos y los amo por igual.



VIDAS CRUZADAS



· Los relatos que conforman tu primer libro, Tu Mente Extiende Cheques Que Tu Cuerpo No Puede Pagar, son aparentemente independientes, pero en realidad están sutilmente interconectados a través de personajes y situaciones que se repiten, como un gran mosaico. ¿Por qué?


Para situarlos en un universo común que, supongo, está situado en algún lugar de mi imaginación.

· ¿Cómo debemos tomarnos estas piezas: son irrupciones de lo surreal en lo cotidiano o bien se trata de poner al descubierto la anormalidad que ocultamos en nuestra cotidianidad?

Durante tres o cuatro años de mi vida me gané la vida con un curioso oficio: cobrar por escribir y dirigir dos películas que nunca se hicieron. En este espacio de tiempo se puede decir que me dediqué de lleno al conocimiento de lo humano en sus mejores y peores exponentes. Escribí este libro al final de este periodo, sin más pretensión que hablar de una manera entretenida y no pedante de la gente que había conocido o de las cosas que me habían pasado. Muchos relatos, claro, exageran anécdotas reales. Otros sin embargo, son sólo transcripciones fieles de acontecimientos vividos.

· ¿La vida real y no la imaginación desbordada es el mejor motor de la inspiración?

Siempre he necesitado un feeling o impulso especial para ponerme a escribir una historia. Incluso cuando hacía cómics de ciencia ficción necesitaba encontrar algo que me hiciese fumar más aprisa mientras tecleaba. Antes, este impulso lo encontraba en referencias a películas o libros que me habían hecho disfrutar mucho. Ahora lo hallo en la recreación de personas o instantáneas de mi vida. Esto siempre es sólo un punto de partida, de arranque. Por sí sola, la vida de nadie no es nada, puede ser sólo parte de la materia prima que se necesita para escribir una buena historia.

· Pareces sentir una predilección especial por la intrahistoria, por la historia en minúscula. Por aquellos hechos y personajes aparentemente intrascendentes pero que se cuelan por las rendijas de la Historia con mayúsculas y acaban por trastocarla de forma radical. Como los protagonistas del relato La Química Del Desastre o Rumores.

Nunca había pensado en ello, la verdad. Es posible.

· Ignoro hasta que punto un autor puede controlar la promoción que se hace de su obra pero, ¿no te parece un poco fuera de lugar el batiburrillo de influencias que se te atribuyen en la solapa: Stevenson, Chéjov, los cómics de superhéroes, las películas de navajeros, los payasos de la tele, Almodóvar, Carver, Torrente…?

Las críticas fueron muy bien. Recuerdo que una de ellas decía “lo único malo del libro es el texto de la contraportada”. Me alegré al leer esto, porque ese texto es lo único que no escribí yo.



EL FIN DE LA HUMANIDAD (TAL Y COMO LA CONOCEMOS)



· Tu primera novela, Los Comedores De Tiza, tiene de nuevo un punto de partida original. ¿Cómo se te ocurrió?


Leyendo un artículo de una revista que hablaba de una enferma que comía tiza desde el colegio. Había confesado su filia en una página web y le habían contestado decenas de personas a las que ocurría lo mismo. Me pareció un buen punto de partida.

· La novela descubre una sociedad secreta de comedores de tiza y, en general, un insólito panorama de disfunciones alimentarias. Con semejantes elementos uno esperaría un esperpento y al final se descubre una reflexión nada complaciente y con un poso bastante amargo…

El hecho de que la gente coma cosas que no son comida me parece un síntoma muy interesante de algo, no sé muy bien qué es. El sexo y la comida se están alejando cada vez más de sus funciones naturales -la reproducción y la alimentación- y eso es algo que sin duda ha de destruirnos o llevarnos a algún lugar inimaginable. El primero que se me ocurre es la soledad. La novela habla de eso entre otras cosas.
Lo de las sociedades secretas es uno de mis temas favoritos. Se trata de una fantasía no satisfecha, y es que me encantaría pertenecer a un grupo secreto con nuestros propios ritos, etc. Lo más parecido a lo que llego es que soy socio de la Peña Barcelonista de Madrid, y quedo todos los domingos con veinte seres de lo más diverso para gritar en un cuarto. Sin duda no es lo que he soñado, pero no está mal.

·
¿Te propusiste trazar un retrato generacional?

Sí, las referencias y el mundo de la protagonista, Ana, son las propias de mi generación. Comparto con ella cosas como haber sobrevivido al boom de las drogas, la soledad como opción de vida o la falta de compromiso.

· En paralelo a la trama recoges un sinfín de anécdotas, leyendas urbanas y abundas en sucesos clínicos sorprendentes. ¿Se trata en todos los casos de documentación real?

Así es. Los síntomas que sufre Ana debidos al abuso de la tiza son los prescritos por algunos médicos que consulté. Los casos que se detallan sobre comedores de pelo, tierra, papel, goma o madera son, aunque parezca increíble, meras transcripciones de casos reales.

· Los guiños generacionales contribuyen a colorear el conjunto: las referencias a Los Chiripitiflauticos, Naranjito, la portada del disco de Burning, las películas clasificadas “S”, los pastelitos Pantera Rosa… ¿Te los planteas como recursos para suscitar cierta complicidad con el lector?

Sí, intento dejar retales de mí mismo por todas partes, algo que casi no puedo hacer en las películas. Por dar, doy hasta mi número de teléfono, que está camuflado en algún capítulo de la novela. Mientras escribo me gusta considerar al lector como un colega con el que compartes secretos, confidencias y aberraciones privadas.

· Y luego están ejemplos como esa pareja de nazis ancianos que viajan en tren: aparecen fugazmente y ya no les volveremos a ver, pero intuimos que ahí hay otra gran historia…

Una peli o un libro perfectos -espero algún día hacer alguna de las dos cosas- son aquellos en que hasta los secundarios o incluso los figurantes podrían tener una escena maravillosa si hubiese tiempo para ello. Me gusta darles alguna vez esa oportunidad sin alejarme mucho de la trama central, claro.
Los nazis como tema también me interesan mucho. Son, como dijo Spielberg, los malos ideales. Son la encarnación del mal y por eso creo que se venden tan bien los libros con una esvástica en la portada. Todos llevamos un nazi dentro... y un Teletubi bueno también.

· La novela descoloca al introducir tipos y situaciones extravagantes, decididamente risibles (como el episodio de los delfines asesinos o el personaje de Juan Bautista Amaira) que en otro contexto chirriarían pero que, por extraño que parezca, aquí encajan. Así pues, Los Comedores De Tiza es también una reflexión sobre el otro, sobre la diferencia…

Vaya, parece que realmente te ha gustado (sonrisa complaciente). Odio las historias en que todos los personajes parecen haber estudiado en la misma escuela, follado con las mismas personas y visto las mismas series de televisión. Me gusta la diversidad, porque la vida es así gracias a Dios. Sería aburridísimo que a todo el mundo le gustaran las mismas cosas, aunque a veces -Mar Adentro, Alejandro Sanz, Crónicas Marcianas…- uno llegue a pensar con preocupación que es así.

· El leit motiv que se repite en la película Terciopelo Azul –“es un mundo extraño”- creo que define a la perfección el espíritu de tu obra…

Me has pillado. Me repito a mí mismo esa frase de manera obsesiva. Creo profundamente en ello. Y el día que deje de hacerlo lo mejor será que me pegue un tiro en la cabeza, porque eso significará que nada podrá ya sorprenderme.



ORDINARIA LOCURA



· ¿Cuando vas por la calle o viajas en metro, imaginas vidas ficticias para la gente que te rodea?


A veces sí. El otro día escribí una cosa sobre un tipo que abrió delante de mí una factura de Telefónica en el metro y luego se puso a llorar. Me sentí muy identificado con él.

· En más de una ocasión me ha sorprendido la aparente normalidad con la que algunos autores constatan la muerte de la lectura y tratan de adaptar su estilo a esa nueva realidad. ¿Crees que es necesario pensar en el lector, en sus hábitos y en la forma en cómo va a recibir tu obra?

Intento escribir lo que a mí mismo me gustaría leer. Mi máxima preocupación en cada párrafo es ser un coñazo, aburrir. Releo las cosas muchas veces y se las doy al lector a cucharadas para que le entren mejor. Si la papilla es densa, además le hago el avión o payasadas para que la engulla sin darse cuenta, como si se tratara de un niño que no quiere comer.

· En nuestro país existe una fecunda tradición literaria del esperpento y del humor absurdo que enlaza a Valle-Inclán con Jardiel Poncela o la pareja Berlanga-Azcona. ¿Cuáles son tus referentes a la hora de escribir?

Lo de los referentes y todo eso va como va. Como los granos del culo, cada uno tiene los suyos. Yo intento disimularlos lo mejor que puedo. Además de los que has dicho, apunta: Edgar Neville, Álvaro de la Iglesia, Mihura o Chumi Chúmez.

·
¿Te interesa la nueva generación de literatos americanos (David Foster Wallace, Chuck Palahniuk, T. C. Boyle, Jonathan Lethem, George Saunders, David Sedaris) o los latinoamericanos (Jorge Volpi, Rodrigo Fresán, Guillermo Fadanelli…), en muchos de ellos emerge un cierto sentido pop, ¿sientes alguna afinidad?

He empezado tres libros de Foster Wallace y no he podido seguir. Me gusta una página de cada treinta y ese no es un buen promedio. No me avergüenza decir que no he leído a los otros.

·
Ya sé que la primera regla prohíbe hablar de ello pero, ¿qué te pareció El Club De La Lucha, novela y película?


Sólo he visto la peli. Cuando llevaba media hora tuve la sensación de que era la mejor película que había visto en mi vida. Al final la cosa se quedó en un aprobado justo. El primer acto es genial, pero eso sólo es un tercio de la historia. Voy a empezar la novela, con la que espero no me pase lo mismo.



MONDO BIZARRO



· Tus peculiares personajes parecen deambular en una ambigua frontera entre el anonimato, la singularidad y el auténtico frikismo. ¿Qué opinión te merece el circo mediático que de un tiempo a esta parte se está montado a costa de aupar a una fauna de tipos inclasificables?


El friki, para mí, es un personaje mítico al que tratar con admiración. Estas modas mediáticas radican su éxito en reírse del tonto del pueblo. No es lo mismo.
Tengo que decir sin embargo que soy un adicto a la colección de discos Spanish Bizarro, incluso me chupé los dos días del festival en Barcelona consiguiendo fotos junto a los Hermanos Calatrava y Chiquito. Las colgaré en mi web -cuando la tenga- junto a las que tengo con Lou Reed e Iggy Pop, por ejemplo.

· ¿Cuál es tu opinión sobre la cultura popular, sobre el modo en que contamina a la considerada “alta cultura” y como en estos tiempos ha degenerado en el culto a la llamada “cultura basura”?

Para mí, desde que empezaba, cultura popular no es un término peyorativo. Lo es todo, es la creación humana más destacable del siglo veinte, una nueva forma de adaptar el arte a la cadena de producción en serie. La mayoría de los productos paridos en este contexto son y van a ser siempre pura basura, pero las margaritas que nacen en esta basura pueden ser absolutamente gloriosas. Yo me he dedicado siempre a recoger y cultivar estas flores.

· ¿Cómo profesional del medio, ¿cómo llevas lo de la telebasura?, ¿remitirá… o irá a peor?

Para mí la tele no es otra cosa que un electrodoméstico más. Lo único que hay que esperar de una lavadora o de un microondas es que funcionen. Quien espera algo más se equivoca.

· ¿Cuáles son tus futuros proyectos? Leí algo sobre una segunda novela titulada El Puto Amo que me pareció en cierto sentido autobiográfico y también sobre la adaptación al cine de El Vendedor De Naranjas, la primera novela de Fernando Fernán Gómez…

Lo de Fernán Gómez va para largo. Es una película muy cara y habrá de esperar.
Voy a rodar este verano, Dios mediante, Bailemanía, una parodia de las pelis de baile de los ochenta (Dirty Dancing, Footloose…) pero con un tratamiento bastante original. Ahora ando ultimando el guión.
En cuanto a la siguiente novela, intentaré preparar algo a finales de año, después de la peli. Este modo de vivir que alterna la orgía -los rodajes- con la masturbación -la escritura- me estimula profundamente. Espero poder seguir permitiéndomelo.


1 Comments:

Blogger Enrique Gallud Jardiel said...

Una entrevista interesante., Enhorabuena.

14 marzo, 2006 13:39  

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